miércoles, 27 de mayo de 2015

JOAQUÍN SABINA, CON LA FRENTE MARCHITA Y MI SINESTESIA


Con la frente marchita

Amigos, esta canción me puede matar. ¿Han escuchado hablar de la sinestesia? Es un fenómeno o alteración cerebral en la que el estímulo de un sentido que debía incidir en su zona correspondiente en el cerebro, por alguna razón también afecta otras áreas del mismo. Y así: hay personas que ven los colores de la música; un estímulo visual te puede despertar aromas o sabores, etc. “¡Yo tengo de eso!” – dijo el hipocondríaco. Hablando un poco en broma, yo veo la película de esta canción. Ante la narrativa de Joaquín, todo desfila en mi mente tal cual, erizándome la piel. Súmale las notas lloronas del bandoneón. ¡No no no, amigos, esta vida solo a tragos! ¡Salud! ¡Jajaja!

Enrique Arteaga Sustaita.



CON LA FRENTE MARCHITA
Canta Joaquín Sabina

Sentados en corro merendábamos besos y forros
Y las horas pasaban de prisa entre el humo y la risa.
Te morías por volver, Con la Frente Marchita cantaba Gardel.
Y entre citas de Borges, Evita bailaba con Freud.
Ya llovió desde aquel chaparrón hasta hoy.

Iba cada domingo a tu puesto del rastro a comprarte
Carricoches de miga de pan, soldaditos de lata.
Con agüita del mar andaluz quise yo enamorarte,
Pero tú no querías más amor que el del Río de la Plata.

Duró la tormenta hasta entrados los años ochenta.
Luego, el sol fue secando la ropa de la vieja Europa.
No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió.

Mándame una postal de San Telmo, adiós, ¡cuídate!
Y sonó entre tú y yo el silbato del tren...

Iba cada domingo a tu puesto del rastro a comprarte
Monigotes de miga de pan, caballitos de lata.
Con agüita del mar andaluz quise yo enamorarte,
Pero tú no querías otro amor que el del Río de la Plata.

Aquellas banderas de la patria de la primavera,
A decirme que existe el olvido esta noche han venido.
Te sentaba tan bien esa boina calada al estilo del Che.
Buenos aires es como contabas, hoy fui a pasear,
Y al llegar a La Plaza de Mayo me dio por llorar.
Y me puse a gritar: ¿dónde estás?

Y no volví más a tu puesto del rastro a comprarte
Corazones de miga de pan, sombreritos de lata.
Y ya nadie me escribe diciendo:
no consigo olvidarte; ojalá que estuvieras conmigo en el Río de la Plata.

Y no volví más a tu puesto del rastro a comprarte
Carricoches de miga de pan, soldaditos de lata…