Alberto:
Tendrás por siempre mi admiración, mi gratitud y mi respeto, no
solo por el legado que nos dejas con la totalidad de tu obra, sino por el tema
que me dedicaste especialmente a mí y conmigo a una buena parte de la humanidad,
a los que nos queda como traje a la
medida su temática (y todos creemos que nos dedicaste el tema personalmente a
cada quien – y así es). El eje central de tu tema, bien que lo supiste siempre,
es el amor y alrededor de él tejiste las verdaderas cosas importantes de la
vida, que como están las cosas ahora – y siempre- se antojan de locura al
juicio de la cordura, o de quienes se presumen cuerdos. “Castillos en el Aire”
es un himno a la vida, es una bandera de amor y libertad, es una nave navegando
contracorriente en el caos de la, ahora si, irracionalidad... El navegar por la vida como loco no es postura, ni
manera de ser, es una visión de la vida que, bendito Dios, se nos otorgó, como
don, a algunos cuantos locos o soñadores (es nuestra etiqueta)... claro que el
compromiso de gratitud con el Señor de los Dones es esparcir y compartir las
bondades del amor y tú, Alberto, bendito, puedes ir tranquilo al “país de los
sueños” satisfecho de haber multiplicado los talentos que el Señor te confió...
¡Gracias, Alberto!
Enrique Arteaga Sustaita.
Castillos En El Aire
Alberto Cortez
"Quiso volar igual que las gaviotas,
libre en el aire, como el aire libre
y los demás dijeron, “¡pobre idiota,
no sabe que volar es imposible!".
Mas él alzó los sueños hacia el cielo
y poco a poco, fue ganando altura
y los demás, quedaron en el suelo
guardando la cordura.
Y construyó, castillos en aire
a pleno sol, con nubes de algodón,
en un lugar, a donde nunca nadie
pudo llegar usando la razón.
Y construyó ventanas fabulosas,
llenas de luz, de magia y de color
y convocó al duende de las cosas
que tienen mucho que ver con el amor.
En los demás, al verlo tan dichoso,
cundió la alarma, se dictaron normas,
-No vaya a ser que fuera contagioso-
tratar de ser feliz de aquella forma.
La conclusión, es clara y contundente,
lo condenaron por su chifladura
a convivir de nuevo con la gente,
vestido de cordura.
Por construir castillos en el aire
a pleno sol, con nubes de algodón
en un lugar, adonde nunca nadie
pudo llegar usando la razón.
Y por abrir ventanas fabulosas,
llenas de luz, de magia y de color
y convocar al duende de las cosas
que tienen mucho que ver con el amor.
Acaba aquí la historia del idiota
que por el aire, como el aire libre,
quiso volar igual que las gaviotas...,
pero eso es imposible..., ¿o no?...
Larai la la...