Mi casa es tu casa
Por Enrique Arteaga Sustaita
Desde la más lujosa mansión, hasta la más
humilde de las viviendas, nuestra casa es quizás el bien material más amado por
nosotros. Por muy humilde que sea, es el lugar en donde quisiéramos estar por
siempre: después de un día fatigoso, de una dura jornada de trabajo; después de
un largo día de diversión o harto de vacacionar, etc. Es el lugar en donde te
sientes más seguro, tranquilo, a resguardo del inclemente sol o de las gélidas
temperaturas. Es el continente de nuestro hogar, donde pasamos alegrías y
quizás tristezas, al lado de nuestros seres más queridos: nuestra amada familia
–incluso en la soledad. Es un bien tan valorado que no dudamos en ofrecerlo a
nuestros amigos como lo mejor que tenemos para compartir y así lo hacemos.
Hasta el infortunado paciente desahuciado prefiere pasar sus últimos momentos
en la tibieza del sagrado recinto en vez de las frías paredes de un
ultramoderno hospital… Pero… hay alguien que sin conocernos, puso todo su amor,
esfuerzo y empeño en procurar que nuestra morada quedara perfectamente bien
construida –y bonita: Él y sus colegas todo lo hacen con amor: desde las zanjas
que abren para el “renchido”, base para los cimientos, el armado de los
“castillos”, “alma de acero” de las columnas y trabes que sostendrán firmemente
muros, paredes y la pesada loza del techo; las proporciones exactas de sus
mezclas, la celosa observancia de la gota del nivel y el perfecto alineamiento
de los bloques y ladrillos al fiel del hilo, la milimétrica exactitud de los
cortes de la cerámica para que cuadren perfectamente al sitio caprichoso del
marco de una puerta; el perfecto perfilado de los enjarres y del yeso, etc.
Todo esto bajo la supervisión de un profesional de la construcción o per se,
porque a fuerza de años en el oficio, conocen a la perfección el teje y maneje
del mismo, a tal grado que ingenieros civiles bisoños, a su vez, aprenden mucho
de estos valiosos trabajadores de la construcción: los albañiles.
Al albañil no lo mueve ni lauros ni gloria. Su
satisfacción ya la obtuvo en el amor que puso en su trabajo diario. Su orgullo
es llevar, el “día de raya”, el bendito sustento para su esposa e hijos: su
familia. Sin embargo se guarda muy propio para él, quizás a veces compartido
con su familia o algún amigo, el genuino orgullo de haber sido partícipe de la
construcción de un enorme edificio o de la más modesta casita. ¡Gracias
hermano! ¡Feliz Día de los Trabajadores de la Construcción! ¡Feliz Día del
Albañil! ¡Salud!
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