¡El porqué no confío en nadie!
Yo no confío en nadie porque cuando era niño, el día que mi
madre me llevó al kínder por primera vez y yo no me quería quedar, me dijo: “Aquí
voy a estar afuerita” ¡Mentira! No le importaron mis lágrimas ni mis gritos que
le hacía cuando la alcancé a ver que se retiraba, a través del enrejado del
patio. En mi padre menos confíaba porque un día, todavía era yo un niño, me dijo:
“Súbete a esa barda (como de dos metros de alto) y aviéntate, aquí te cacho”.
Excuso decirles que cuando me aventé se hizo a un lado y me di un santo
porrazo. Por lo menos me dio un consejo: “Esto que te hice es para que nunca
vayas a confiar en nadie, si yo que soy tu padre te engañé, cualquiera otro te
podrá engañar”. ¡Jajaja!, ¡no es cierto nada de esto!, ¡es broma!, ¡jajaja! Un
recuerdo con mucho amor para mis padres que están en la gloria porque fueron
puro amor para sus hijos. ¡Qué mundo tan maravilloso aquel!
¡Salud!