Con la frente marchita
Amigos, esta canción me puede matar. ¿Han escuchado hablar
de la sinestesia? Es un fenómeno o alteración cerebral en la que el estímulo de
un sentido que debía incidir en su zona correspondiente en el cerebro, por
alguna razón también afecta otras áreas del mismo. Y así: hay personas que ven los
colores de la música; un estímulo visual te puede despertar aromas o sabores,
etc. “¡Yo tengo de eso!” – dijo el hipocondríaco. Hablando un poco en broma, yo
veo la película de esta canción. Ante la narrativa de Joaquín, todo desfila en
mi mente tal cual, erizándome la piel. Súmale las notas lloronas del bandoneón.
¡No no no, amigos, esta vida solo a tragos! ¡Salud! ¡Jajaja!
Enrique Arteaga Sustaita.
CON LA FRENTE MARCHITA
Canta Joaquín Sabina
Sentados en corro merendábamos
besos y forros
Y las horas pasaban de prisa
entre el humo y la risa.
Te morías por volver, Con la
Frente Marchita cantaba Gardel.
Y entre citas de Borges, Evita
bailaba con Freud.
Ya llovió desde aquel chaparrón
hasta hoy.
Iba cada domingo a tu puesto del
rastro a comprarte
Carricoches de miga de pan,
soldaditos de lata.
Con agüita del mar andaluz quise
yo enamorarte,
Pero tú no querías más amor que
el del Río de la Plata.
Duró la tormenta hasta entrados
los años ochenta.
Luego, el sol fue secando la ropa
de la vieja Europa.
No hay nostalgia peor que añorar
lo que nunca jamás sucedió.
Mándame una postal de San Telmo,
adiós, ¡cuídate!
Y sonó entre tú y yo el silbato
del tren...
Iba cada domingo a tu puesto del
rastro a comprarte
Monigotes de miga de pan,
caballitos de lata.
Con agüita del mar andaluz quise
yo enamorarte,
Pero tú no querías otro amor que
el del Río de la Plata.
Aquellas banderas de la patria de
la primavera,
A decirme que existe el olvido
esta noche han venido.
Te sentaba tan bien esa boina
calada al estilo del Che.
Buenos aires es como contabas,
hoy fui a pasear,
Y al llegar a La Plaza de Mayo me
dio por llorar.
Y me puse a gritar: ¿dónde estás?
Y no volví más a tu puesto del
rastro a comprarte
Corazones de miga de pan,
sombreritos de lata.
Y ya nadie me escribe diciendo:
no consigo olvidarte; ojalá que
estuvieras conmigo en el Río de la Plata.
Y no volví más a tu puesto del
rastro a comprarte
Carricoches de miga de pan,
soldaditos de lata…
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