MADRE ALACRANA
Mi madre no le temía, entre otras
muchas cosas, a las grandes distancias ni al futuro. Así, un buen día, cual
madre alacrana, nos tomó, a mi pequeñita hermana y
a mi -más pequeñito aún- y nos subió sobre su espalda… y... solamente con la
estrella polar como derrotero, nos transportó por más de mil kilómetros a través de
media república, alejándonos así del sitio que, quizás, ella consideraba como
inseguro, primero para sus hijos y luego para ella.
A mi madre nunca la vi
malhumorada ni enojada, por el contrario, siempre la vi muy feliz y contenta,
trabajando, ¡viviendo el día enamorada de la vida! y vaya que en el transcurso
de ella tuvo tiempos muy difíciles: empezando porque quedó bajo el cuidado de una
tía luego de que perdiera a su madre cuando todavía era muy pequeñita, de un
año o dos quizás. Tal parece que la tía era de malos bigotes, pero para mi
madre ¡era su madre!, y con cuánto amor y agradecimiento cuidó de ella hasta el
final de sus días. Mi madre escogió
vivir su propia vida feliz, pese a toda circunstancia.
Mi madre respetaba a todo el mundo y todos la respetábamos a
ella, empezando por sus hijos, a quienes nunca en la vida nos dio un mal trato,
¡éramos su vida!
Dado su espíritu tan grande,
porque no podía ser de otra manera, cursó con gran estoicismo la penosa y larga
enfermedad que terminara con sus días.
Para mi, transitar por la vida al
lado de mi madre, era como cruzar, de niño, de la mano de ella por la más transitada avenida de una gran ciudad,
en donde cada vehículo representa un potencial peligro, pero tú no tienes
conciencia de ello, porque te has abandonado al amparo de aquel ser tan grande
y significativo para ti.
En el ya largo camino de mi
vacilante vida me he derrumbado muchas veces, pero siempre me vuelve a levantar
el espíritu gigante de aquel guerrero: ¡Mi amada, invencible e increíble madre!
¡Salud!
Enrique Arteaga Sustaita.
SEÑORA SEÑORA
L. y M. Denisse de Kalafe
A ti que me diste tu vida, tu amor y tu espacio,
A ti que cargaste en tu vientre dolor y cansancio.
A ti que peleaste con uñas y dientes,
Valiente en tu casa y en cualquier lugar,
A ti rosa
fresca de abril, a ti mi fiel querubín.
A ti te dedico mis versos, mi ser, mis victorias,
A ti mis respetos
señora, señora señora.
A ti mi guerrera invencible, a ti luchadora incansable,
A ti mi amiga constante, de todas las horas.
Tu nombre es un nombre común, como las margaritas,
Siempre mi poca presencia constante en mi mente.
Y para no hacer tanto alarde, esta mujer de quien hablo,
Es linda mi amiga, gaviota, su nombre es... mi madre…
A ti que me diste tu vida tu amor y tu espacio,
A ti que cargaste en tu vientre dolor y cansancio.
A ti que peleaste con uñas y dientes,
Valiente en tu casa y en cualquier lugar.
A ti rosa
fresca de abril, a ti mi fiel querubín.
A ti te dedico mis versos, mi ser, mis victorias,
A ti mis respetos señora, señora, señora.
Y para no hacer tanto alarde,
Esta mujer de quien hablo,
Es linda mi amiga, gaviota,
Su nombre es... mi madre...
¡Señora!
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