Día Internacional de la mujer |
Las Ocas de Filippo Balducci
Por Giovanni Boccaccio
Sinopsis por Enrique Arteaga Sustaita
Tanto quería Filippo Balducci a su mujer que cuando ésta
murió, decidió alejarse de la vida mundana y consagrar su vida al servicio de
Dios. La mujer, al morir, dejó a Balducci un niño concebido de él de alrededor
de 2 años de edad.
Por amor a Dios,
Balducci regaló todos sus bienes y sin demora se fue a lo alto del Monte
Sinerio en donde, en una celda, en compañía de su hijo, se dedicó a la vida espiritual, orando y
viviendo de limosnas y ayunos.
Balducci se guardaba de mencionar la vida mundana a su hijo,
de cosas temporales que pudieran apartarlo del servicio de Dios, procurando
siempre hablarle de la gloria de la vida eterna, de Dios y de los santos.
El tiempo pasó y el niño se convirtió en un mozo fuerte de
18 años; y viendo éste que su padre ya era viejo, le propuso acompañarlo a la
ciudad de Florencia en uno de sus viajes que ocasionalmente hacía para recoger
las limosnas de los amigos de Dios. El muchacho aducía que su padre cada vez
tenía menos fuerzas para bajar a la ciudad a arreglar sus asuntos y que ahora
él debía desempeñar esos trabajos. Filippo accedió a las pretensiones de su
hijo, pensando que el muchacho estaba tan habituado a las cosas de Dios que
difícilmente podrían atraerlo las cosas del mundo.
El joven mozo quedó maravillado al entrar a la ciudad y ver
con asombro tantas cosas que para él prácticamente eran desconocidas: casas,
iglesias, edificios y en general todas las cosas que había en la ciudad y más
porque su padre a todo cuestionamiento, explicaba de la mejor manera, dejándolo
muy contento y conforme, pero…
Tocó la suerte que se toparon con un grupo de bellas
muchachas jóvenes, muy bien adornadas, ya que venían de una fiesta de bodas. El
joven mozo quedó asombrado de ver aquellos seres tan hermosos por lo que
preguntó a su padre qué cosa eran. El padre contestó: -Hijo mío, baja la vista,
no las mires, que son cosa mala. Dijo entonces el hijo: -Pero ¿cómo se llaman?
El padre, por no despertar en el concupiscente apetito del joven ningún
proclive deseo menos que conveniente, no quiso nombrarlas por su propio nombre,
es decir, «mujeres», sino que dijo: -Se llaman ocas.
Maravillado de aquellos seres tan hermosos, al joven mozo
poco le importó lo recién conocido: edificios, palacios, etc. Ya no le preocupó
ni caballos ni asnos ni dinero, por lo que súbitamente exclamó: ¡"Al diablo todo"* padre, yo
quiero una oca, yo quiero una oca! (...).
* No es parte del texto original
* No es parte del texto original
Nota.- Con mi más profundo respeto a la mujer, este pequeño
cuento de Giovanni Boccaccio en homenaje a ellas en el Día Internacional de la
Mujer.
Enrique Arteaga Sustaita
Dí Internacional de la mujer 2 |
Las mujeres son el alma de la vida,
la caricia más perfecta, son el aire.
Las mujeres son la luz del medio día.
La razón de que este mundo no se acabe.
Reyli Barba
Reyli Barba
Fuentes (Seleccionar y hacer clic sobre cada tema):
GIOVANNI BOCCACCIO
EL DECAMERÓN
EL DECAMERÓN 2
DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER
REYLI BARBA
GIOVANNI BOCCACCIO
EL DECAMERÓN
EL DECAMERÓN 2
DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER
REYLI BARBA
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