¡ME VI RETRATADO!
Por Enrique Arteaga Sustaita
Hoy, haciendo un poco de tiempo mientras
esperaba mi turno para trámites en unas oficinas del gobierno municipal, que
por cierto todavía faltaba mucho para mi número de ficha, salí afuerita a tomar
un poco de aire fresco. Observé entonces que un hombre joven, quizás no llegaba
a los 30 años, débil visual, hacía intentos por cruzar la avenida, ayudándose
un poco con su oído y supongo escasa visión. Presto me acerqué a él y tomándolo
del brazo le dije que lo ayudaría a cruzar la calle; — Sí -me dijo- pero no me
gusta que me toquen. — ¡Bueno! – le respondí y lo solté. Le dije que de
cualquier manera lo iría cuidando para que cruzara la calle seguro, al tiempo
que yo hacía señas a los automovilistas para que se detuvieran. Me quedé
pensando que habemos gente sin discapacidades físicas que somos estúpidamente
orgullosos y no aceptamos la ayuda de nadie; pensé también si la discapacidad
de este joven le daría el derecho a ser así. Obviamente que la humildad debe
persistir porque es un valor humano y sin embargo habemos gente que… así somos.
¡Perdón, por lo que me toca!
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