ALGUIEN NOS VIGILA
Por Enrique Arteaga Sustaita
Todo mundo sabe (mientras no sean vendedores) que no hay vendedores, sino compradores, así que el mismo día de la cita, ya Pepetón había cerrado la venta del seguro de vida al patrón de su cliente, ya solamente se trataba de llenar unas formas acerca de la salud física del prospecto. Todo iba muy bien, Pepetón le pregunta: — ¿Cómo considera su visión?, — ¡Perfecta! –le contesta el otro, — ¿Cómo considera su nivel de audición, escucha bien?, …— …Ssí. En este punto Pepetón notó que su nuevo cliente dudaba un poco en su respuesta pero no le dio importancia, total, terminó de llenar las formas y ya se retiraba cuando su nuevo cliente lo regresó y le dijo: — ¡Quiero confesarle algo!: Fíjese que con un oído no escucho nada, cero nivel de audición, pero fíjese que me han revisado muchos doctores y no encuentran la razón por la cual no escucho, me dicen que tengo todo normal, entonces quiero saber si esa es razón para que el seguro me desampare. De momento Pepetón de quedó patinando un poco, desconcertado sin saber que decir, pero antes de que él pudiera responder, su cliente continuó hablando: — Le voy a platicar algo, no acostumbro comentar nada de esto, pero ya que se ofrece, ahí le va:
Tendría yo como nueve o diez años (Pepetón -por cálculos- sitúa este evento en la década de los sesentas), vivíamos en un ranchito en el estado de Durango. Un buen día mi papá me llevó a la sierra, distante de nuestro ranchito algunas tres o cuatro horas, en pick up; nos acompañaba mi tío, como de la edad de mi papá. Cuando llegamos, mi papá y mi tío bajaron las cosas de la camioneta y las colocaron en un clarito del terreno, a nuestra espalda estaba lo tupido de los árboles y enfrente nuestro, una cañada. Mi papá y mi tío se fueron a buscar leña, serían como las seis de la tarde, eso sí, mi papá me recomendó mucho que no me fuera a mover del sitio, mucho menos rumbo a la cañada, — ¡porque si te caes –me dijo enérgico- ya no la cuentas! Pasaron algunos minutos, no sé cuantos, mi papá y mi tío se perdieron a mi vista y fue entonces que empecé a percibir un zumbido extraño, como de un panal de abejas, que provenía de la cañada, el sonido cada vez se hacía más fuerte, pero sin llegar a molestar y… de pronto emergió de la cañada, lentamente, como si flotara, lo que parecía ser una máquina, una nave que volaba, ¿qué se yo?, en el rancho se platicaba de inventos, etc. así que yo ví aquella cosa como normal, no me asusté, permaneció un rato flotando frente a mí y de pronto aquello se alejó volando rápidamente hasta desaparecer de mi vista.
Cuando regresaron mi papá y mi tío, noté como que me ocultaban algo y actuaban como si nada — Bueno ¿y qué? –les dije- ¿no tienen nada que decirme? — ¿De qué hijo? — Como que de qué, de esa cosa que salio de la cañada. — ¡Ah, eso…eso era un helicóptero hijo. Quedé muy conforme con la respuesta y ya no se volvió a hablar más del asunto pero…
Al paso de los años, conocí los verdaderos helicópteros y entonces comprendí la razón del porqué mi papá me contó mentiras: ¡seguramente para no asustarme! PORQUE LO QUE VIMOS ¡NO ERA UN HELICÓPTERO! Así que Señor Pepetón desde entonces dejé de escuchar con un oído, ¡Y MI TÍO TAMBIÉN!
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