El Señor de las Bolas
Por Enrique Arteaga Sustaita
Hace muchos años, alrededor de 20, en nuestra colonia ya solamente faltaba de
pavimentar una calle y era precisamente la calle en que vivíamos la familia. El
comité de vecinos acordó con el gobierno de la ciudad aportar una parte del
costo de la obra con tal de que ésta se llevara cabo pronto. Así las cosas, los
vecinos decidimos hacer actividades para recaudar fondos y lo primero fue
organizar una especie de kermés en donde cada vecino vendería algo de lo que se
estila en este tipo de festividades: comida, naranjas con chile, aguas frescas,
nieves, paletas, algodones de azúcar; poner una lotería, la cárcel, el registro civil,
etc. Mi esposa decidió elaborar bolas de palomitas acarameladas con caramelo de
piloncillo –muy ricas- a sabiendas de que es una golosina muy difícil de hacer (por
el “punto” que debes dar al caramelo, si te quedas corto te salen pegajosas y
si te pasas se te “apaniza” el dulce, ¡jajaja!) y que por tal motivo de seguro
que a nadie se le ocurriría hacer lo mismo e íbamos a tener un mercado
“cautivo”. Llegado el día, mi esposa se dedicó a elaborar las mentadas bolas y
yo me preparé una varita con recortes de bolsas de plástico, de las que dan en
el súper, e hice ese utensilio que traen los dulceros para espantar los
voladores bichos. Ni bien estuvo lista la primera charola con “bolas”, salí a
venderlas, prácticamente en el exterior de nuestra casa. Tuvieron tal éxito las
mentadas bolas que en cuanto salía de la casa me las arrebataban. Solamente
tuve que lamentar dos cosas: uno: que las vendimos muy baratas y dos: que la
clientela me llamaba a gritos para que los atendiera: ¡señor de las bolas,
señor de las bolas! ¡jajaja! En posteriores eventos similares, ya nos pusimos
más listos e hicimos las “bolas” (las de palomitas ¡jajaja!) un poco más
grandes y les doblamos el precio, con el mismo éxito de las anteriores.
Pasaron meses y un buen día una vecina embarazada vino a la casa a pedir
a mi esposa que le hiciera aunque fuera unas cuantas bolas de palomitas “de aquellas
tan ricas que en alguna ocasión vendió en la kermés”, porque “tenía el antojo”
y no quería que su chamaco le fuera a salir con cara de “bolas” y en ningún
lado las podía conseguir. Así que mi esposa tuvo que hacer las antojadizas
bolas que con mucho gusto obsequió a la gordita vecina.
FIN
Enseguida les presento un vídeo con una receta muy
similar a la de mi esposa para preparar bolas de palomitas de maíz. Solo que mi
esposa utiliza el caramelo hecho a base de piloncillo en vez del jarabe de maíz
que indica el vídeo. Mi esposa utiliza exclusivamente el caramelo hecho a base
de piloncillo (y un poco de agua) y las palomitas (como usted decida hacerlas) y
es todo, no emplea ningún ingrediente más. Como ya platiqué, el secreto es
encontrar “el punto” del caramelo para que las palomitas se peguen unas a otras al formar las
bolas (con las manos húmedas) y ya secas no se peguen las bolas unas con otras. Me
supongo que “el punto” del caramelo lo encontrarán en la práctica y seguramente
que éste debe estar a una temperatura determinada pero eso no lo he establecido
aún. ¡Suerte si se animan a prepararlas!
Enrique Arteaga Sustaita.
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