Mostrando entradas con la etiqueta El remordimiento. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta El remordimiento. Mostrar todas las entradas

lunes, 20 de junio de 2016

¡FELIZ DÍA DEL PADRE!


¡Feliz Día del Padre!
Por Enrique Arteaga Sustaita

Un día murió mi padre y… sentí un gran alivio… Un día antes, ya muy grave  internado en aquel triste hospital, vi cómo  su vida luchaba por persistir… lo veía cómo, desesperado, trataba de robarle un poco de oxígeno a la vida para la suya propia… vi su suplicio, su martirio… segundo a segundo en agonía, tratando de aferrarse a la vida halando aire – no les quiero describir detalles- solo imagínense el peor espectáculo del mundo: la lucha de un ser gravemente enfermo por sobrevivir ante la muerte inminente. De esto hace muchísimos años… la medicina no estaba avanzada como el día de hoy. 20 años antes - de este suceso que les narro - a mi padre le habían extirpado un pulmón. En aquellos años, los médicos le dijeron a mi madre que a mi padre le daban un pronóstico de vida de un año… y sin embargo logró vivir 20 años más… cuidándose… Siempre me sentí culpable de haber sentido un cierto alivio cuando mi padre murió… Ni a un perro le hubiera yo permitido sufrir tanto; si en mis manos estuviera, le hubiera dado un balazo al can. Tanto quiere uno a sus seres queridos que no quiere uno que se vayan para siempre…. Pero hay un momento crucial en el que ves tanto sufrimiento que te asalta la idea de si no sería mejor que la muerte llegara rápido. Hoy, casi 50 años después, me he perdonado el haber sentido cierto alivio de que mi padre muriera. He comprendido que la situación no tenía reversa… fue cuestión de tiempo… murió de pulmonía… condición insalvable para un organismo con un solo pulmón. Padre: cuando te fuiste se me movió el tapete gacho… creí que también mi vida terminaba… Mira: Dios es grande… aquí ando todavía… Gracias a tu vida ejemplar… aunque a veces batallo, no me rajo y “ay” voy por la vida dando tumbos. ¡Cómo no te me apareces de repente para decirte cuánto te amo y te respeto!






miércoles, 30 de diciembre de 2015

BALANCE DE FIN DE AÑO - REFLEXIÓN


Balance de Fin de Año
Por Enrique Arteaga Sustaita

El año viejo esta por fenecer; con él se van todas nuestras tristezas y nuestras alegrías, nuestras penas y nuestras dichas, nuestros aciertos y nuestros errores, nuestros éxitos y fracasos; nuestros amores y desamores, etc. Todo ello acumulado a lo largo del año. Encima de todo este montón de cosas sobresalen el odio, las ofensas, el orgullo y cosas así. Es momento de hacer el balance -si no se hizo antes, al momento de los sucesos. ¿Qué vamos a poner en qué columna? ¿Qué va en los haberes? ¿Qué en los deberes? ¡No os hagáis, jajaja! ¡Todos sabemos en dónde va cada cosa! De alguna manera, quizás lo que más no duela sean las cosas en donde tuvimos participación directa y nos ocupamos en mostrar lo peor de nosotros, lastimando a las personas -cercanas o lejanas, eso no importa. Porque de alguna manera si fuimos nosotros los que padecimos lo anterior mencionado, eso no está en nosotros remediarlo; pero si fuimos nosotros los protagonistas ejecutores ¡Eso si duele! Por una razón: el tiempo no tiene reversa, no da marcha atrás –como a veces quisiéramos- negándonos la oportunidad de remediar “aquello”; de no haber actuado así. Cuando lastimamos a las personas dejamos heridas en sus corazones difíciles de sanar y que pueden quedar ahí por toda la vida, con todas sus consecuencias. Es entonces que apreciamos lo maravilloso del perdón; ¡Cómo unas sencillas palabras emitidas desde lo más profundo de un corazón arrepentido, pueden restañar y quizás sanar a otro corazón herido! Pero para que la bondad del perdón opere, funcione, es necesaria la voluntad de perdonar. Cuando esta dualidad de voluntades hace “clic” les juro que vuelve a brillar el sol en su cielo, que quizás antes lo tenían en penumbras. Claro que esto no funciona para aquellas personas que todo se les resbala, que tienen el corazón duro, de piedra; que tienen el alma negra. ¡Allá ellos! ¡Gracias a Dios por el perdón, la vida pasada -como fuese- y la oportunidad de ser mejores en un nuevo año! ¡Dios mediante! ¡Feliz Año Nuevo! ¡Salud! – Enrique Arteaga Sustaita.